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Niños en la orilla
El mar tiene una duración limitada de equis años,
hace poco volví y ahora es tan solo una playa.
Me ocurre desde hace tiempo, volver a los sitios
y no encontrarlos; en el cuadro aún no lo saben.
Este soy yo, el del medio es Francisco, el rubio,
mi hermano Ernesto perdido llorando auxiliado
por unos socorristas que le preguntan en inglés
desde dónde hemos venido.
Gritábamos tanto que solo se oía el aire, la arena,
el entusiasmo de tres niños con la faraónicaintención
de llevarse la playa a Jaén puñado a puñado.
Lo sabríamos luego: tres cuerpos que se bañan
en la misma agua son tres cuerpos que se tocan,
una intimidad abierta en la que todos se miran.
Decíamos que vivíamos en la ciudad, que éramos ricos,
mentíamos, con los puños recogíamos la arena,
nos llenábamos los bolsillos,bajo las órdenes del mayor
los vaciábamos a escondidas en una bolsa.
Ya lo sabíamos:hay más placer en ser descubierto
que en la consecución inmaculada de los planes.
Aún hay veces que en la cama cierro los ojos
y es como caminar por un paseo marítimo
en el atardecer del 2004,mirabas bajo el agua yveías
todo lo que luego echarían por la tele. Es hipnótico:
te traga, te traga, te traga, aquí pueden verlo.
Los pies se hunden en algo que no existe
y de pronto un día miramos y tampoco
nuestros pies existen. Se acabó el camino,
junto a la arena hoy la pared lisa y uniforme.
Llevar la orillahasta otra parte, agrandar
con sus manos el aguasolo puede hacerlo un niño.
Los adultosen cambio tenemos el cuadro,
el poema, una red de piscinas públicas orecorrer
de madrugada kilómetros y kilómetros
en busca de una playa donde no ondee
una bandera roja. La señal es clara: nadie
se lanzaría hoy a salvarnos.