Ver video
Vuelo de brujas
Estaba el mundo a oscuras y nosotras
tuvimos que nombrarlo.
Toda forma de vida era una ofrenda.
Era el deseo el único motivo,
y a él nos aferrábamos como animales torpes,
mujeres de aire o fuego,
queriendo conquistar otras palabras.
¿Recordáis ese tiempo en que el mundo era un llano
virgen y disponible para el gozo?
¿Recordáis el placer y las posibilidades?
Las cosas cotidianas solían ser nombradas
con extraños conjuros, en lenguas
sorprendentes, con sonidos terribles.
Para hablar de la muerte, nos fue preciso
arrancarnoslas ropas.
Para hablar del futuro, pusimos nuestro cuerpo
a su servicio, como la fruta fresca
que se abre en la rama.
Para hablar del amor, debimos inventar
otro lenguaje.
El sacrificio a la palabra era el sacrificio
más hermoso.
De su fuerza venían todas las cosas bellas,
las buenas y las útiles,
las cosas más salvajes,
que bullían en la tierra como fuentes
en medio del desierto.
Pero la oscuridad no duró demasiado.
La luz ocultó pronto la belleza.
Sobrevuelan el mundo palabras terroríficas,
conscientes de que existen
perversiones sin nombre.